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EL SISTEMA AUDITIVO Y SU INFLUENCIA EN LA ADQUISICIÓN DEL HABLA - 2da Parte

DEFECTOS DE LA AUDICIÓN Y SU INFLUENCIA EN LA ADQUISICIÓN DEL HABLA


Ahora que tenemos una información aproximada sobre el sistema auditivo y su evolución, cabe preguntarnos, ¿cómo afecta una audición defectuosa en el proceso de adquisición del habla en el niño? Aunque no se recomienda llevar una lista para verificar cuándo su niño o niña debería hacer esto o lo otro, sí es importante vigilar en forma cuidadosa sus reacciones. Tristemente, lo que muchas veces llega a ser un impedimento grave del habla empieza como un problema auditivo. Un ligero defecto del oído puede ser peligroso para el infante, ya que el bebé aprende sonidos y luego los repite de la manera como él los oye. Por eso, si los padres pasan por alto un problema auditivo, esto probablemente resultará en una dificultad o defecto del habla, cuyas consecuencias, a su vez, afectarán el desarrollo y ajuste de la personalidad del niño.


Existe por ejemplo la enfermedad denominada otitis, que es una inflamación que suele atacar la mucosa del oído medio, la cual, aun cuando es posible que sólo disminuya ligeramente la capacidad de oír, ejercerá una influencia negativa en la calidad del habla del niño. De allí que se recomienda tener mucho cuidado con este tipo de afecciones, ya que según algunos especialistas como Marion Down (1976), una pérdida auditiva de 15 decibeles en un niño es suficiente para producirle problemas del lenguaje. Sin embargo, las opiniones difieren en cuanto al punto exacto en que esta disminución auditiva causa dificultades o impedimentos en el habla. Pero lo cierto es que un niño que padece de esta enfermedad en particular, oye claramente las vocales pero no puede producir ciertas consonantes como la /p/, /t/, /s/, /ch/.


Se sabe también que los defectos del habla varían considerablemente de acuerdo al grado y edad en que se produce la pérdida auditiva. Los niños con defectos congénitos graves de audición comienzan casi siempre a hablar más tarde de lo normal y continúan demostrando esta demora en el desarrollo de sus facultades verbales. Además, el lenguaje oral que ellos manifiestan se caracteriza por una distorsión en la articulación, por un ritmo aberrante y por una inadecuación vocálica general.


Por otro lado, si se adquiere esta disminución (por ejemplo a causa de la otitis), tras el inicio normal del habla, es probable que se presenten defectos verbales dentro del cuadro general de la expresión del lenguaje. Al respecto, Davis y Silverman (1960) sostenían, que si el oído no puede actuar como un monitor cuando hablamos, se produce una lenta degeneración del habla. La agudeza y la precisión de la entonación se diluyen. La melodía del habla se hace monótona y pierde la vitalidad. El timbre de la voz se convierte en rígido y, finalmente, se produce una disminución del control de la intensidad sonora.


Si esto ocurre por la deficiencia y pérdida de la audición, es importante que los padres pongan mucha atención y cuidado en las reacciones de su niño frente a los estímulos acústicos. Obviamente si el infante reacciona positivamente a dichos estímulos es que posee una audición normal y, como tal, aprenderá a hablar bien; pero, si no fuera así, es necesario acudir a un especialista para un examen y diagnóstico de la dificultad o descarte de la misma.


Pues bien, un oído intacto es una condición importante para aprender a hablar. Por eso toda perturbación de éste repercute en la evolución del lenguaje. Una capacidad auditiva ligeramente disminuida produce un ligero retraso en el desarrollo del habla y una leve dislalia. Una perturbación intensa del oído impide la evolución del habla y el niño, cuando no es sometido a tratamiento, se queda mudo.


Sin embargo, cabe señalar que el hecho de que un niño reaccione al ruido y a determinados sonidos no constituye una prueba de capacidad auditiva normal. Los sonidos fonéticos tienen sólo un margen de frecuencia determinado. Para captar con precisión el lenguaje es necesario que se mantenga este margen de frecuencia y sin limitación alguna (ver gráfica de Audición de los sonidos y sus límites).


Por tanto, una disminución relativa sin importancia de la agudeza auditiva en la primera infancia puede conducir a la incapacidad para distinguir los sonidos fonéticos y, en consecuencia, a un subdesarrollo de la capacidad del habla, con una pronunciación defectuosa u "oscura".

EXAMEN Y DIAGNÓSTICO DE LA DEFICIENCIA AUDITIVA


Ante la menor duda respecto a la capacidad auditiva del niño, es conveniente que los padres acudan al especialista para un reconocimiento inmediato y, de esa forma, arribar al diagnóstico sobre la naturaleza y grado de dificultad auditiva que tiene.


Actualmente los especialistas cuentan con muchos métodos tales, como la audiometría, la timpanometría, la audiometría por respuestas eléctricas (potenciales evocados) y otros más tecnificados (computarizados), con los que es posible medir la capacidad auditiva, incluso desde el momento que el niño nace, previniendo así las consecuencias del déficit auditivo y, por consiguiente, evitando sus efectos negativos en la adquisición del habla.

LA AUDICIÓN DE LOS SONIDOS Y SUS LIMITES

Extraída de Launay y Borel-Maisonny (1975)


- Abcisa: Frecuencia de sonidos en kiloherz (1 khz = 1000 ciclos/segundos)

- Ordenada: Intensidad en decibeles (dB)


Este diagnóstico precoz depende en gran medida de los padres, ya que si ellos acuden al especialista a la menor sospecha de que el niño no oye bien, es posible prevenir y evitar consecuencias funestas.


Pero, cabría preguntarse ¿por qué es importante el diagnóstico precoz de la audición? Es realmente muy importante, ya que ante todo, la sordera no es un hecho inmutable; pues, muchas de ellas pueden eliminarse mediante intervenciones quirúrgicas, incluso cuando se trata de una lesión del nervio auditivo o de algún componente del oído interno, siempre que el diagnóstico sea precoz.


Actualmente, con el adelanto de la tecnología se intenta acoplar audífonos ya a partir de los dieciocho meses de edad del niño, con lo cual se aprovecha considerablemente la audición restante. De este oído disponen la mayoría de los llamados sordos.


Las estadísticas nos informan que sólo de un 5 a un 10 por ciento de ellos son realmente sordos y una gran mayoría tiene la audición disminuida, por lo que les conviene utilizar audífonos. Pero, desde luego, no basta el mero acoplamiento de un audífono para activar el resto del oído; sino que, además, requiere de una educación sistemática y de la fonación adecuada de parte de los padres. Esta es una razón más que sustenta en favor del diagnóstico precoz. De allí que, cuanto más temprano se inicie el tratamiento y la educación del niño en el hogar, bajo la dirección de un especialista, mucho mayores serán las posibilidades de recuperación.

TIPOS DE TRASTORNOS AUDITIVOS


Los trastornos auditivos se clasifican por lo general según la estructura donde se dan los cambios patológicos. De acuerdo a esto tenemos los siguientes:


1. Sordera de conducción:


Se refiere a la disminución o pérdida de la audición debido a la incapacidad de excitar mecánicamente la cóclea. Esto puede deberse a una causa tan simple como la obstrucción por un tapón de cera, o debido a condiciones más complejas que afectan al movimiento de los huesos del oído medio.


De manera similar, las infecciones del oído medio, tales como la otitis, pueden alterar la transmisión de la energía mecánica. El oído medio está conectado con el tracto respiratorio superior, a través de la trompa de Eustaquio, y las infecciones de la garganta suelen, en algunas condiciones, tener acceso al oído medio. Este problema se produce especialmente en niños pequeños, dado que el conducto que conecta el oído medio con la faringe es corto en las primeras etapas de la vida.


La pérdida de sensibilidad debido a la sordera de conducción es general, aunque existe cierta tendencia a una mayor afección de la frecuencia más alta.


2. Sordera neurosensorial:


Es aquella producida por la destrucción de los mecanismos cocleares, especialmente de las células ciliadas. Este tipo de sordera es el que afecta al mayor número de personas con déficit auditivo, en el que la causa del deterioro coclear puede deberse a la exposición de sustancias tóxicas, disfunciones metabólicas, traumas, sonidos fuertes e, incluso, a trastornos hereditarios.

Por ejemplo, hay algunos antibióticos que tienen propiedades ototóxicas, como estreptomicina, kanamicina y la gentamicina, que al ser ingeridas frecuentemente, suelen producir severas lesiones cocleares y/o vestibulares, con la consiguiente pérdida parcial o total de la audición.


También suelen producirse lesiones por la exposición a sonidos repentinamente intensos o debido a sonidos crónicos de alto nivel, afectando principalmente a las células ciliadas, de las que las externas son las más susceptibles al trauma auditivo que las internas. Cuando esta exposición es persistente puede llegar a provocar en algunos individuos la destrucción del Órgano de Corti y de las fibras nerviosas que la inervan.

GRÁFICA DE LA CÓCLEA CON FIBRAS DESTRUIDAS


Estas lesiones suelen producirse por traumas acústicos intensos, resultantes de la exposición a sonidos superiores a 120 decibeles (dB), tales como los que provienen del ruido de motores de aviones, por el ruido de música moderna (chicha, rock, pop) y otros.


Los recientes estudios sugieren que los sonidos intensos unidos al uso de algunos fármacos sin receta médica pueden tener profundos efectos sobre el oído. Este es el caso de la aspirina, usada generalmente por personas que sufren de artritis, quienes toman cotidianamente grandes dosis para aliviar el dolor y la inflamación de las articulaciones. En estas personas la pérdida auditiva es impresionante, reduciendo más de 40 dB para los tonos altos, la que va unida de una sensación de ruido y campanilleo en los oídos (denominado tinitus).


Similarmente, los estudios de Mcfadden y Plattsmier (1983) han mostrado que la pérdida auditiva temporal producida por exposición a sonidos intensos se ve magnificada cuando el sujeto toma dosis relativamente pequeñas de aspirina para el resfriado, gripe o dolores de cabeza, lo que altera el umbral auditivo, observándose grados distintos de lesión coclear o del nervio auditivo.


3. Sordera central:


En este caso la alteración está relacionada con lesiones en las vías o centros auditivos, incluyendo zonas del tronco encefálico, el tálamo o la corteza. Según Bauer y Rubens (1985), la pérdida auditiva producida por lesiones o alteraciones cerebrales no suele ser una mera pérdida de sensibilidad. Una de las consecuencia de la lesión cerebral es la sordera verbal, trastorno en que la persona muestra un habla normal y una adecuada audición de sonidos simples pero no puede reconocer palabras habladas. Otro ejemplo de sordera central es el síndrome de la "sordera cortical", en el que los pacientes tienen dificultades para reconocer estímulos auditivos verbales y no verbales. Este raro síndrome se origina por la destrucción bilateral de los inputs a la corteza auditiva. Esta sordera cortical suele ser transitoria, lo que posiblemente refleja la diversidad de vías auditivas centrales (o la existencia de procesamiento paralelo en el sistema auditivo).

GRADOS DE DIFICULTAD AUDITIVA


Los especialistas suelen clasificar estas deficiencias en las siguientes categorías:


Audición normal o sensiblemente normal. Las personas con este nivel de audición tienen un umbral o límite inferior auditivo de 20 decibeles (dB). El niño en este caso no tiene dificultades en la percepción tonal, pero puede tener cierta imprecisión articulatoria.


Deficiencia auditiva ligera. El umbral auditivo se ubica entre los 20 y 40 decibeles. Aquí los fonemas de las palabras no son todos igualmente percibidos por el niño. La voz débil o lejana no es adecuadamente oída y, como tal, el niño es considerado como poco atento, haciendo que los otros le repitan lo que dicen. Los niños con este nivel de audición pueden tener ciertas dificultades para la adquisición del lenguaje verbal.


Deficiencias auditivas medias. El umbral auditivo se encuentra entre los 40 y 70 decibeles. El niño requiere una voz de cierta intensidad para que perciba adecuadamente la palabra. En este nivel el retardo del lenguaje es frecuente, así como las alteraciones articulatorias.


Deficiencias auditivas severas. El umbral está entre los 70 y 90 decibeles. El niño percibe únicamente la voz fuerte. Si el medio familiar le presta atención y ayuda puede desarrollar cierto lenguaje, si no le dan esta atención el niño llega a la edad de 4 ó 5 años sin saber hablar, siendo ya difícil recuperar y compensar.

Deficiencias auditivas profundas. El umbral es superior a 90 decibeles. Los niños con este grado de audición; son mudos sin la reeducación apropiada no perciben más que los ruidos fuertes (gritos, ruidos de motores, explosiones, etc.).


Las cofosis totales. Son excepcionales. Aquí el niño no escucha nada (tapados).

Estos grados de deficiencia auditiva, se determinan mediante exámenes especializados de tipo audiométrico. Lafon (1975) considera que los exámenes audiológicos deben ser bien hechos, con el propósito de establecer el grado y la naturaleza del defecto y, consiguientemente, buscar el método más adecuado para la rehabilitación y compensación auditiva. Entre los diversos métodos de examen se destacan la Electroencefalografía a través de potenciales evocados y la Electrococleografía (ECOG), que es la más precisa para el diagnóstico de la sordera.


Cabe señalar, además, que con el adelanto de la tecnología computarizada, actualmente dichos instrumentos de medición se van sofisticando, haciendo más rápido y preciso el examen audiológico. Esto permite detectar y determinar precozmente el grado y la naturaleza de la deficiencia auditiva del niño desde el momento que nace, incluso antes del nacimiento, tal como últimamente se vienen realizando, constituyendo la tecnología un medio eficaz y cada vez más exacto para tales exámenes.


Cabe señalar también, que en estos últimos años se ha venido observando los esfuerzos de los especialistas por restaurar la audición de personas con sordera profunda, estimulando directamente el nervio auditivo con corriente eléctrica (Loeb, 1985; Schindler, 1986). Esto ha dado lugar a la creación de un dispositivo electrónico para ayudar a escuchar en ciertos casos de sordera de tipo neurosensorial. La técnica consiste en insertar un pequeño grupo de electrodos a través de la cóclea hasta las terminaciones del nervio auditivo. Este procedimiento se va perfeccionando, lo que sin duda facilitará la audición de las personas sordas, permitiendo la percepción del habla y la comunicación.

¿CÓMO ESTIMULAR Y EDUCAR EL OÍDO?


Suponiendo que el niño tenga una audición normalmente evolucionada, es conveniente que la ejercite y eduque en forma adecuada, por cuanto que el lenguaje se adquiere a través del oído y que, cuanto más precisa sea la recepción tanto más exacta será la reproducción.


Pues bien, como todos nuestros sentidos, el oído también se educa. En la actualidad, nuestro medio es de tal condición que estamos insensibilizados frente a las impresiones del oído. Estamos casi siempre rodeados de múltiples ruidos, especialmente de motores, y en todas las ocasiones posibles nos aturdimos con música y mantenemos un fondo sonoro permanente, con lo cual poco a poco nos olvidamos de oír con precisión.


Si alguna vez nos encontramos en un lugar alejado del ruido de una urbe como Lima, por ejemplo en un bosque, el silencio nos resultará inquietante y sólo progresivamente nos daremos cuenta de que no estamos en silencio. Poco a poco iremos adaptándonos y distinguiendo el trinar de los pájaros, el ruido de las hojas y ramas de los árboles sacudidos por el aire, el auto lejano, sonidos todos más suaves que normalmente ya no percibimos.


Así pues, si ejercitamos el oído del niño conseguiremos que él perciba con más precisión el lenguaje de las personas que le rodean y, también, a reproduzca lo más exactamente posible. Además, con esto lograremos que reaccione con rapidez a los sonidos y llamadas suaves, y que ellos mismos no hablen alto si no es necesario.


Hay niños que tienen frecuente ronquera desde pequeños debido a que hablan gritando. A éstos no se les puede ayudar con simples medicamentos, pues requieren una educación para hablar bajo, y para ello no sirven de nada exhortaciones verbales como: "No grites así", sino que los niños han de sentir «placer» en no gritar.


Pero, cabe preguntarnos ¿cómo debemos educar el oído del niño? Bueno, hay diversas maneras de estimular y educar el oído. Tal educación no implica sin embargo, guardar ni hacer guardar silencio; pues se puede ejercitar el oído del niño haciendo ruidos y hablándole en voz alta, media y baja, estimulándolo a reaccionar ante tales emisiones. Pero también se pueden usar objetos que produzcan distintos sonidos, tales como los juguetes: sonajeros, campanillas, etc., rodeando con ellos la cuna del bebé, quien a medida que crece quiere juguetes que hacen ruido, comenzando a explorar el sonido de distintos objetos que están a su alcance.


Es bueno que los padres accedan a esos deseos, dejando que el niño capte su entorno por medio del ruido. La prueba de la importancia de esta experiencia la tenemos en la evolución de los niños de orfanatos y casa cunas, que carecen de esa posibilidad.


Los juegos para aprender a escuchar son elementos importantes para educar el oído. También la celebración de cumpleaños y otras fiestas infantiles brindan una excelente ocasión para ello. Pero cabe destacar que los "juegos para oír" deben realizarse de una manera natural e interesante, lo que deben estar orientados a:


Identificar los ruidos:


- ¿Qué suena así? - ¿Dónde se golpea? - ¿Qué cae al suelo?, etc.


Distinguir el sonido agudo del grave

Distinguir ruidos

Escuchar sonidos fonéticos.

Es bueno, además, emplear libros para activar el habla y ampliar el caudal léxico del niño, favoreciendo también la formación y desarrollo del pensamiento.


Fuente: Libro - "El Lenguaje Verbal del Niño" por Pablo Félix Castañeda.

 
 
 

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