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Importancia de la integración sensorial en el desarrollo del niño

Los niños tienen tres grandes “ocupaciones” en su etapa vital: juego, autocuidado y desempeño escolar. Aprender a jugar solo y con otros, a ser independiente en sus tareas cotidianas (vestido, alimentación e higiene personal); así como lograr avances académicos escolares son los desafíos propios de la infancia.


El mundo que hoy rodea nuestros niños, es netamente “multisensorial” y deben aprender a responder a variados estímulos, que además se les presentan de manera simultánea y sostenida.

Por eso es importante que un niño presente una adecuada Integración Sensorial, ¿qué significa esto? 


“La integración sensorial es el proceso neurológico que organiza la sensación de nuestro propio cuerpo y del ambiente y hace posible el uso del cuerpo en forma efectiva dentro del ambiente. La integración sensorial es el procesamiento de la información… El cerebro debe seleccionar, excitar, inhibir, comparar y asociar la información sensorial en un patrón flexible y continuamente cambiante. En otras palabras, el cerebro debe integrarla.” (Ayres, 1979)


Ocurre en el Sistema Nervioso Central y su función es integrar la información que recibe. Cuando el cerebro procesa de forma correcta la información sensorial, responden adecuadamente y de forma automática. Son capaces de realizarlo gracias a la capacidad del cerebro de “modular” los mensajes sensoriales. El cerebro es capaz de regular su propia actividad, influyendo directamente en la actividad a nivel mental, físico y emocional.


El Sistema Nervioso Central está continuamente modulando su nivel de actividad, para dar la respuesta adecuada en cada momento. A lo largo del día, los niños reciben millones de estímulos sensoriales, muchos de ellos irrelevantes, por lo que el cerebro debe inhibir la información que no es necesaria.


Si el cerebro del niño no sabe inhibir correctamente la información sensorial irrelevante, está constantemente prestando la máxima atención a todos los estímulos que recibe. Pero es necesario aprender a ignorar gran parte de los estímulos, para que pueda dar respuestas adaptadas y prestar atención a lo que realmente es importante en cada momento.


Toda la información que llega del ambiente es recibida a través de los sentidos. Los más conocidos son los cinco sentidos básicos (vista, audición, gusto, olfato y tacto). Llamados externos, porque dan respuesta a sensaciones que provienen directamente del exterior de nuestro cuerpo. El niño puede tener cierto control sobre estos estímulos, porque puede taparse las orejas si un sonido le molesta, puede cambiarse de ropa si ese tipo de textura le desagrada, puede bajar la intensidad de la luz si le irrita, etc. A medida que el niño va desarrollándose, el cerebro perfecciona esos sentidos más básicos, para que pueda responder exitosamente en sus ocupaciones.


Pero la Dra. T.O Jean Ayres, destacó la importancia de otros tres sistemas sensoriales internos, que facilitan información acerca de nuestro cuerpo en relación al entorno, y son los principales responsables del adecuado desarrollo infantil.


El sistema propioceptivo: es aquel que le proporciona información sobre el funcionamiento armónico de músculos, tendones y articulaciones: participa regulando la dirección y rango de movimiento; interviene en el desarrollo del esquema corporal y en la relación con el espacio que permite la acción motora planificada.


El sistema vestibular: responde a los movimientos del cuerpo a través del espacio y los cambios de posición de la cabeza. En conjunto con el sistema propioceptivo, mantiene el tono muscular, coordina automáticamente el movimiento de los ojos, cabeza y cuerpo, manteniendo un campo visual estable. Es fundamental en la percepción del espacio y en la orientación del cuerpo en relación al mismo.


El sistema Táctil: es el encargado de registrar la información externa relacionada con temperatura, dolor, tacto, frío, calor; de este modo, permite tanto discriminar los estímulos del medio, como reaccionar cuando éstos son amenazantes. Participa en el conocimiento del cuerpo, así como también en el desarrollo del vínculo emocional y sentido de seguridad. Junto con el sistema propioceptivo sustenta la acción motora planificada.


Cuando estos tres sistemas sensoriales funcionan de forma eficiente y correcta, se observa un niño regulado, organizado y habilidoso; por lo que puede desarrollar sus ocupaciones esperables.


En general la disfunción dentro de estos tres sistemas se manifiesta de muchas maneras y puede causar dificultades que no permiten, que el niño participe en sus ocupaciones de manera esperable:


Un niño puede tener una respuesta hiper o hipo-responsiva al input sensorial. El nivel de actividad puede ser inusualmente alto o bajo, un niño puede estar en movimiento constante o fatigarse fácilmente. Además, algunos niños pueden fluctuar entre estos extremos. En general el niño tiene dificultades en el “filtrado” de la información que le llega de sus sentidos, para decidir a cuál de ellos responder y cuál ignorar; por lo tanto parece desorganizado y fuera de sincronía con su medio ambiente.


Los problemas en la coordinación motora gruesa y fina también son comunes cuando estos tres sistemas son disfuncionales. El nivel de actividad puede ser alto o bajo: el niño puede estar constantemente en movimiento o moverse lentamente, presentan pobre equilibrio, tono muscular bajo, se fatiga rápidamente, dificultades para aprender una nueva actividad que requiere planificación, como ser andar en bicicleta, usar cuchillo y tenedor, escribir o atarse los cordones.


Dificultades en el lenguaje y un bajo rendimiento escolar.


En cuanto a la conducta, el niño puede tornarse impulsivo, distraerse fácilmente y mostrar una falta general de planeamiento en su conducta.


Algunos niños pueden tener también dificultades para ajustarse a situaciones nuevas y pueden reaccionar con frustración, agresión, retraimiento o en forma estereotipada.


Cuando un niño presenta alguno de estos signos, y estos le producen problemas o dificultades en su vida cotidiana: (ámbito escolar, hogar y relación con los demás), podría tratarse de una Disfunción de Integración Sensorial necesitando de una intervención adecuada.


La Terapia Ocupacional con abordaje de integración sensorial proporciona experiencias sensoriales controladas con el objetivo de favorecer el proceso esperable dentro del sistema nervioso central.


Durante la sesión de terapia, a medida que el niño domina sus sensaciones y sus respuestas adaptadas, su cerebro aprende a adaptar la actividad y forma una percepción corporal más correcta. La información sensorial experimentada durante una actividad y la consiguiente respuesta adaptativa podrían influir en los procesos del sistema nervioso central que se requieren para avanzar en el desarrollo.


La terapia se realiza en un ambiente enriquecido en estímulos diversos, con equipamiento específico como ser hamacas, rampas, rollos para desplazarse, trapecios, escaleras, etc. Por lo que la terapia es divertida para el niño y su participación es activa. Esta es la mejor manera de que el niño se vuelva capaz de organizar la información sensorial de una forma más madura y eficiente, mejorando así el desempeño en sus ocupaciones diarias.


Fuente: Mónica Pantotis - Lic. Terapia Ocupacional

 
 
 

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